La Playlist
Hoy es uno de esos días.
Uno de esos días donde todo está mal sin estarlo.
El cielo se viste de colores rosados, el dolor de cabeza ha disminuido, los boletos han sido comprados, la gasolina ha bajado de precio, y hasta las conversaciones poseen mayor fluidez. Oh, la ironía de buscar la tristeza en un día ridículamente perfecto. Debe ser frustrante saber que la realidad nunca podrá superar la fantasía de los artistas — y por más que el presente lo intente, el futuro oprime y el pasado asfixia. Crecer es entender que el luto no se encuentra en el saco y la corbata, pero en la ausencia de la melodía que nos puede traer una sonrisa.
Pausar, repetir, reproducir.
Detesto los días como hoy.
Días donde tengo que explicar el porqué me siento tan triste sin ninguna razón. Momentos donde tengo que alegrar el ambiente porque me aterra el silencio profundo que produce la paz ajena. Instantes donde debo recordarme que debo respirar entre cada suspiro, porque todavía queda mucho camino que recorrer. Fechas donde debo buscar desesperadamente la canción adecuada que me haga sentir como un ganador, cuando me encuentro en una racha de derrotas. ¿Dónde esta la magia de la página 55 cuando se necesita?
Pausar, repetir, reproducir.
Hay un pensamiento que constantemente corroe mi poca juventud: ¿Qué pensarán las personas cuando ven que escucho la misma canción durante dos horas seguidas?…Cada día, ese pensamiento pesa un poco más, y a medida crece, se convierte en una obsesión insoportable, que parece no tener fin — algo similar como ver tu nombre en la llamada entrante. Pero ambos sabemos que sólo soy una excusa para sanar tus heridas y limpiar tus lágrimas, porque el guionista no es quien sale al final a recibir los aplausos. A estas alturas, he perdido la gracia de poder explicar y me limito a asentir los comentarios ajenos. Curiosamente, uno pensaría que eso traería armonía, pero no hay caos más grande que aquel que se esconde en las apariencias.
Pausar, repetir, reproducir.
Que dia más detestable.
Solo veo el reloj, esperando que esta tortura acabe, para poder recorrer las calles que me llevan lejos de mi hogar. Después de todo, la gasolina está barata, y algunas carreteras poseen más recuerdos que asfalto. Y quien sabe, tal vez un día, entre truenos y gritos, nos encontremos bailando descalzos debajo de la lluvia, en un día gris, lleno de tráfico, donde no hay nada que ver en la televisión, y no tengamos dinero para acompañar la cena con un vino. Ya sabes, como en los días donde suelo encontrar mi felicidad.
